20th March 2015
Ocurre a veces que estás tan metido disfrutando algo, que pierdes la consciencia del tiempo.
Sucede de vez en cuando que eso de “parece que fue ayer” se convierte en algo más que una simple frase hecha.
A veces pasa pues, que llega el momento de decir adiós. Llega el momento de acabar un viaje para empezar otro
La vida es un gran (enorme) viaje formado de otros infinitos grandes (enormes) viajes. Y suele ser símbolo de que algo ha hecho uno u otro más especial, el hecho de que se te vaya en el un trozo de ti. No para perderlo, sino para compartirlo con esos otros viajeros de la vida.
Hay despedidas y despedidas, no siempre todas son tristes. Pero esta última me pilló totalmente desprevenido, aún sabiendo desde dos semanas antes la fecha exacta en que iba a ocurrir.
Fue durante la última cena, tras nuestras últimas risas, tras nuestro último baile y tras nuestras últimas sonrisas cruzadas. Tras dos semanas compartiendo momentos parecidos pero a un ritmo lento, conociendo con antelación el tiempo que nos quedaba para pasar a la siguiente actividad. Esa noche rompieron la pauta.
En el momento más álgido, entre risas,bailes y sonrisas, Manoj apareció y dijo en voz alta que era la hora de irse. No avisó como en otras ocasiones que nos quedaban dos horas, o que en un rato empezaríamos a recoger… no, nos dijo que ya había llegado el momento. Ese para el que estaba menos preparado de lo que esperaba, porque sencillamente no lo esperaba.
Hubo un primer momento de risas seguidos de nuestro ya clásico “¡One more!¡One more!”, con la esparanza de conseguir una vez más un cambio de planes a nuestro favor. Y luego siguió un silencio de dos segundos que se me hicieron enteros, en el que me dio tiempo de mirar todas y cada una de las caras de mis compañeros de viaje.
Medias sonrisas, últimas miradas, primeras lágrimas, abrazos.
Aun no me había dado tiempo a ponerme en “modo despedida”. Abrazaba y compartía comentarios como si mañana todo fuese a seguir igual. Pero tras ver las primeras lágrimas de Bárbara supe que era real y me di cuenta de lo mucho mucho mucho que ese grupo de gente se habían metido en mi corazón.
Me embarqué en este viaje para conocer Kerala y poder enseñarla a través del blog, sin muchas más expectativas. Y esta increíble parte del sur de mi amada India se vio totalmente eclipsada por un maravilloso grupo de personas al que no me voy a arriesgar a nombrar uno a uno por miedo de dejarme a alguien por el camino.
Ya pasó. Se acabó. Entonces, ¿qué?
Entonces a seguir viajando una vez más en este infinito viaje de viajes, regalando trozos de mi a quienes lo merezcan y sintiéndome enteramente afortunado de poder recibir trozos de estos otros viajeros que hacen que todo valga la pena.
Podemos derramar unas lágrimas de tristeza por lo que ya no tenemos, o hacerlo con una sonrisa recordando todos los increíbles momentos que si vivimos. Yo, aunque no sea siempre tan fácil como escribirlo, prefiero lo segundo.
Los viajes, al ser inifinitos tienden a cruzarse, por lo que es mejor decir “Hasta luego” que “adiós”.
El viaje es por dentro.