16th May 2018
No recuerdo haber visto el paisaje desde lejos. Mas bien sentí que entré de repente, que solo aparecí allí en medio de todo el verde. Sé que busqué la cámara dentro del morral con varios movimientos atropellados y atiné una o dos fotos, porque era posible que eso que estaba viendo se desvaneciera de un momento a otro. No me di cuenta que estábamos detenidos a un lado del camino y que nadie me estaba apurando. El paisaje era real. Así que respiré profundo, me colgué la cámara al hombro y me quedé allí mirando, siguiendo caminos de tierra con los ojos, buscando recovecos entre tantas hojas. Supongo que sonreí. Era la primera vez que veía plantaciones de té y no podía imaginar que eran tan hermosas.
Mi vista iba rápido. Había un jeep, dos árboles muy cerca, un autobús, varios tuk tuk y sé que había gente caminando. En medio de eso, las plantaciones comenzaban a extenderse. Había mucho más allá detrás de las montañas, más allá de las subidas. No sé cuánto rato nos tomó llegar a Munnar, no recuerdo de dónde veníamos, pero sé que apenas estábamos comenzando a explorar la montaña y que por eso aún había ruido y tenía tiempo para decirme cosas extrañas como: “desde hace mucho decidiste no tomar café, prefieres el té y… ¿no sabías que así eran las plantaciones?” A veces cuestiono mi curiosidad.
[Estamos en Kerala, muy al sur de India donde todo se vuelve tan natural que hace contraste con el resto del país. Allí está Munnar, una ciudad a 1600 metros sobre el nivel del mar. Allí estábamos, en las montañas de Ghati, en medio de plantaciones de té que son unas de las más altas del mundo y que convierten a Munnar en el principal productor de té de toda India. En la época de la dominación inglesa, les salía muy caro traer todo el té que querían tomar desde China, así que después de conquistar la zona -a la que llegaron huyendo del calor-, los ingleses decidieron comenzar a producir allí mismo. Y aunque esas plantaciones pasaron por inundaciones, deslizamientos y pérdidas totales, las tierras seguían siendo buenas para cultivar. Hoy en día la producción de té de Munnar se exporta a muchos países del mundo.]
En Munnar, la brisa sopla con frescura. Uno puede recorrer las plantaciones en tuk tuk, moto o jeep (que es el servicio que más ofrecen las empresas turísticas) y me gustaba ir en ese desorden de carretera, agarrada de donde se pudiera, viendo cómo el paisaje verde se iba abriendo a medida que subíamos por la montaña. No sabía que el té proviene de un árbol, uno pequeño que no crece mucho y le da esa apariencia de arbusto. Cuando todos esos árboles están juntos, con esos caminos estrechos para andar entre ellos, las formas que adoptan desde lejos son ese paisaje que seduce. Me atrapa el orden del té, la inclinación de las montañas y los vestidos de colores de las mujeres que van cortando sus hojitas como ritual diario.
De cada árbol se extraen tres tipos de té: el blanco, de los brotes más jóvenes; el verde, de las hojas menos jóvenes y el negro, de las hojas más viejas. El té blanco es uno de los más caros del mundo y uno de los más preciados. De cada árbol se cortan las hojas de arriba y esa es una labor que lo hacen, en su mayoría, las mujeres. Cada una puede cortar entre 100 kg y 120 kg al día, y eso les asegura unos 10$ por jornada. Ellas ocupan parte de la montaña y cuando ya han cortado suficiente y es tiempo de dejar que la hoja vuelva a crecer, se van a otra parte. Y así, cada día. Todos los sacos que se recogen, van directo a la fábrica para procesar y exportar.
Sé que en Munnar está el museo del té, pero yo no fui. Sé también que es una visita económica para conocer sobre el proceso de elaboración del té, que puedes tomar fotografías, comprar el té que quieras y llevarte algún otro recuerdo. Y está bien que anoten ese dato si viajan por su cuenta. Nosotros fuimos a la Lockhart Tea Factory, a 15km de Munnar para entender todo alrededor de esta bebida. Aquí también ofrecen visitas guiadas (más caras que en el museo), cobran por el uso de la cámara y no puedes tomar fotos dentro de la fábrica. Con nosotros hicieron una excepción y pudimos hacer todas las fotos que quisiéramos. Si les gusta el té, tanto como a mí, entonces lo van a disfrutar porque de allí se sale con una idea absolutamente clara de qué es lo que ocurre desde que se cortan las hojas hasta que se empaquetan para la venta a nivel mundial.
“Mientras más grande la hoja, menos cafeína”, eso fue una de las primeras cosas que anoté en mi libreta y desde allí mis escritos parecen una especie de time lapse: el camión llega con los sacos de hojas, la máquina los sube y se les quita toda la humedad, caen del techo por otros sacos, las máquinas comienzan a reducir el tamaño de las hojas, pasan a la sala de fermentación, a las máquinas de secado y de repente, por último, a unas grandes máquinas que distinguen las hojas por colores, separa todo lo bueno de los desperdicios (palitos, hojas desiguales) y eso también se empaqueta porque es lo que normalmente consumimos en las bolsitas de té que se compran en cualquier supermercado. Sí, la basurita. En serio, no miento. Todo este proceso no ocurre tan rápido como mis anotaciones, pero sí es cierto que de fábricas como esta se exporta a todos lados del mundo toneladas diarias de té.
Si cierro los ojos y me concentro, puedo escuchar el corte limpio y rápido de las hojas de té. Los pasos sobre la tierra, el roce de las hojas en los vestidos de las mujeres. Munnar es un regalo verde y tomar una taza de té allí, ante ese paisaje, tiene algo de magia. Es el frío, es la lejanía, es saber que estás en India en medio de tanta quietud y que, aunque sigan pasando los días, algo de ti no lo termina de creer.
Este viaje forma parte del recorrido de la quinta temporada del Kerala Blog Express.